5 claves para convivir mejor con un(a) adolescente

 “Solo el amor con su ciencia Nos vuelve tan inocentes” Violeta Parra, Volver a los 17                                                                                                                     

Recuerdo cuando, hace varios años atrás, me tocó como mamá transitar la primera adolescencia. Mi hijo se puso mucho más pudoroso con su cuerpo. No me permitía tan fácilmente “besuquearlo”, y su habitual buen ánimo y carácter “fácil”, oscilaba a momentos sin mayor preámbulo a estados donde se “engrifaba”, o “subía la voz”, labilidad emocional y tendencia a la impulsividad tan propia de esa etapa.

Hoy me encuentro ya iniciando la cuarta adolescencia. La menor de mis cuatro hij@s ya casi cumple 14 años. Esta vez, sin duda, transito este proceso con más calma y más paciencia. Es increíble, pero la experiencia lo es todo. Por eso hay que abrirse a ella con cuerpo y alma, así se siembra la sabiduría.

Esta es la primera sugerencia amable de este artículo en mi blog. Ábrete a todo lo que vives con tus hijos con la mayor confianza que puedas. Comparto plenamente la frase: “caminante no hay camino, se hace camino al andar” (Cantares, de Joan Manuel Serrat). ¡Qué cierta y honesta me parece! Esto te ayudará para inspirarte en esta especial y no siempre fácil etapa del desarrollo de tu hij@: la adolescencia.

Vivir las experiencias conscientemente con respecto a cada etapa del desarrollo de nuestros hij@s, implica permitirse sentirlas. También observarlas y dejarlas que pasen por todo lo que somos; por nuestro corazón, por nuestra mente y por nuestro cuerpo, lo que nos servirá para intuir y utilizar nuestro “olfato” como padres. Estar conscientes de lo que le puede estar sucediendo a nuestro hij@ adolescente implica intentar observar con perspectiva, con tiempo y con intención.

Como todo lo nuevo en la vida, el inicio de la adolescencia de mi primer hijo lo sentí como algo extraño y, claramente, no me sentí tan preparada. La verdad es que, para cada etapa nueva de la vida, casi nunca uno lo está del todo.

Es interesante comprobar cómo la vida, mediante tus hijos, te va mostrando y señalando tu propia existencia. Ellos crecen y uno envejece. Ellos maduran y aprenden. Uno también, como mamá o papá.

Así, cuando ya empiezan a cursar la enseñanza media, o los años previos a ella, es inevitable sentir que empiezas a hacerte más “viej@”. Pueden aparecer los pololeos, la primera fiesta, las juntas, las peleas por los permisos o por la forma en que eligen vestirse, el tira y afloja respecto a las libertades, el encierro habitual en sus piezas. Y así ya empieza una voz interna a decirte: “ Hey, tu hij@ está empezando a volar sol@”.

Estarás de acuerdo conmigo en que una cosa es “querer volar completamente sol@”, y otra es estar completamente preparad@ para poder hacerlo. Ahí es donde las cosas empiezan a complicarse, porque parte de la normalidad de la adolescencia es que, a ratos, tu hij@ se comportará como un adulto, opinando y persuadiéndote con mucho sentido. En otras ocasiones, en cambio, gritará y llorará nuevamente como en su niñez, te parecerá lábil y cambiante, maduro e inmaduro a la vez. Y sí, la adolescencia tiene todo eso. No es que te pase solo a ti.

En mi caso, y seguramente también en el tuyo, el cambio de pasar a ser mamá de un niñ@ adolescente, implicó un cambio importante en mi emocionalidad; es como si me hubieran agregado o regalado más ansiedad a mi vida, lo expresara o no. Quiero que sepas que será normal que tengas más discusiones y tensiones con tu hij@. Habrá más miedo en ti, más inquietudes, te sentirás aún menos preparada que en etapas anteriores de su desarrollo y aparecerán fantasmas de cosas más graves: abusar del alcohol, u otras sustancias, chocar en auto, tener relaciones sexuales sin “cuidarse”, y varias más. ¿Cuál ha sido tu inquietud?

En la consulta, sigo viendo que el temor de que el hij@ se convierta sin quererlo en mamá o papá, es decir, la probabilidad de un embarazo adolescente, sigue tiñendo con fuerza nuestro actuar. Al mismo tiempo, el miedo de que el consumo de alcohol – especialmente en las niñas– promueva situaciones de riesgo, o una sexualidad “no consciente y decidida”, es otro temor habitual en este tiempo. También veo que las exigencias académicas de parte de los padres aumentan, generalmente al comenzar la enseñanza media. Las notas “ya valen en serio”, y el miedo de que tu hij@ no logre lo que a ti te parece será importante para su vida, causa muchos conflictos.

Tú seguramente tendrás tus sueños para con tus hij@s, pero, ¿son estos tuyos, o son realmente de ell@s?. Es que sin quererlo, a veces, tu vida se confundirá con la de tu hij@. Debes estar atent@ a eso.

Es inevitable que desees para tu hij@ oportunidades o cosas que tú no conseguiste, o que no te brindaron tus padres. Es muy importante que eso lo hagas consciente. De lo contrario es fácil que te confundas, y de paso a tu hij@ que está empezando a descubrir quién es y qué necesita. Tú seguramente ya estarás viviendo la crisis de la edad media, en donde te cuestionarás más el sentido de tu existencia y lo que has logrado en tu vida. Todo eso se dará casi en paralelo a la etapa adolescente de tu hij@, lo cual contribuye a volver la relación más compleja e intensa.

Dentro del mundo adolescente será muy importante descubrir quién es y a quién pertenece, por lo que las relaciones de confianza y conexión al interior de la familia cobrarán mucha relevancia. Como nunca, necesitará sentirse respetad@ y validad@ en sus diferencias. Será muy sensible a su intimidad y al resguardo de su privacidad. Por lo tanto, la primera clave será: aprende a descubrir y enséñale a respetar sus límites; ten cuidado de protegerlo (aún necesita que lo cuiden, y mucho), pero resguardando su derecho a sentir y a tener sus propios espacios.

En esta primera clave, y en las restantes que te entregaré, será muy importante darse tiempo para estar cerca de él, o ella; resguardar horarios para estar juntos, para comer en familia (permitirle siempre “comer en bandeja” en su dormitorio no ayuda), para seleccionar salidas solo con tu adolescente. Debes hacer un esfuerzo para coincidir en actividades comunes que puedan acercarte y permitir “olfatearlo”. Se trata, en suma, de brindarte espacios donde puedas conectar con él, o ella. La conexión permitirá que te vaya contando más cosas, que te comente de sus problemas, que te pregunte lo que “no sabe”. Todo eso te ayudará a sortear de mejor manera los factores de riesgo en esta etapa más vulnerable.

La segunda clave apunta a entender que cada adolescencia se da en un contexto social, cultural y generacional diferente. Ni peor ni mejor que el tuyo. Solo diferente. No sacas nada con reclamar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Eso no ayuda más que a crear distancia. Yo, en particular, pienso que sus vidas son, al mismo tiempo, muy parecidas y a la vez diferentes de la tuya (¿contradictorio, no?). Pues ell@s, como adolescentes, experimentarán vivencias similares a las tuyas, sin embargo, se expresarán en contenidos y en formas distintas, pero muy similares en el fondo. En este sentido, puede ayudarte recordar cómo sentías a esa edad, lo que te molestaba de tus padres, qué necesitabas para sentirte mejor, emocionalmente hablando; todo eso te acercará al corazón de tu hij@, ya que solemos tener mala memoria y exigirle las mismas cosas que tanto nos “cargaron” de nuestros padres.

Aquí va, entonces, la segunda clave: Respeta el tiempo y la generación a la cual pertenece tu hij@. Evita compararla con la tuya e intenta no enjuiciarla. Si caes en eso, estarás mostrándole continuamente que “tu tiempo” fue mejor. Lo que creará una barrera para acercarte a él, o ella, dificultando el acercamiento. Evita juicios descalificatorios y competitivos en torno a la música que escuchan, sus panoramas, los juegos y vestimentas que hoy son “moda” para los jóvenes.

La adolescencia tiene, como tarea importante, ayudar a que tu hij@ encuentre su propio “yo” y aprenda a descubrir quién es (en el sentido amplio de la palabra). Por tanto, la necesidad de mirarse en el resto, de compararse, identificarse con pares fuera de la familia, hacer grupos y aprender de sus amigos, es muy habitual. Aquí deberás mirar con paciencia sus elecciones, supervisar sus salidas e ir dosificando de menos a más su libertad. Piensa que, aunque los veas “grandes” y «muy desarrollad@s”, aún les falta y tienen gran parte de niñ@s todavía.  Ya no querrán escuchar sermones «desde la altura”, pero sí necesitarán de tu guía, de tu cuidado y de tu supervisión.

De modo que aquí va la tercera clave: NO sueltes la cuerda completa; tu hij@ adolescente necesita LIMITES CLAROS Y CONSISTENTES. NO puede hacer todo lo que quiere. Preocúpate de que tus palabras se respalden con hechos, habla con sinceridad, sé direct@ y clar@ cuando necesites decirle cosas importantes. Pero siempre recordando que eres su modelo y que vale más tu persuasión, desde la cercanía y la conexión, que tu autoridad desde el miedo. Porque ahora existen más formas para eludir los controles paternos; de seguro tú tienes menos tiempo que el que tuvieron tus padres para supervisarte, pues hoy todo es más rápido y, para l@s adolescentes, todo está a la “vuelta de la esquina” en esta era digital.

Como verás, ser padre/madre de un adolescente no es tarea fácil. Requerirás más detención, una supervisión presente pero distinta que la de años anteriores. Necesitarás más tiempo y flexibilidad para adecuarte y entender lo propio de su generación, abriéndote a los cambios y evitando quedarte en el pasado.

La cuarta clave que me atrevo a sugerirte tiene que ver con eso. Atrévete, más que nunca, a cuestionar los valores y cosas de “tu tiempo”, la forma en que te criaron y las “certezas” que te transmitieron en tu adolescencia. Eso que hoy forma tu “disco duro”, por así llamarlo. Esta cuarta clave será: procura internalizar que lo totalmente malo o bueno no existe en la vida humana; abre tu mente y aprende a ser menos absolut@. En esta etapa necesitarás mucha apertura y flexibilidad para negociar y tranzar, para mirar las cosas con “altura de miras”, para encontrar el equilibrio que a ti y a tu hij@ les traigan bienestar, tomando consciencia de que todos somos distintos, únicos e irrepetibles. Te ayudará mucho pensar que, lo que hoy te ofusca de tu hij@ hasta los huesos, en 10 años más seguramente te dará risa. Todo puede cambiar y madurar. Con amor y paciencia, puedes brindarle a tu hij@ la oportunidad de hacerlo.

Junto a lo anterior, es muy aconsejable que te intereses de verdad por lo que tu hij@ adolescente ve, lee, escucha o sigue con pasión. No l@ juzgues, ábrete a que te enseñe, a que te muestre lo que le gusta, a que opine diferente y te diga lo opuesto de lo que para ti es «ley.” Aprende a disfrutar de las “rebeldías” que realmente no le hacen daño, ni te dañan a ti. Confía en que es una etapa, y que, si te muestras abiert@ y comprensiv@, será más fácil enseñarle empatía para que él/ella también la tenga contigo.

Todas las claves aquí expuestas necesitarán de mucho amor, paciencia y constancia para que te brinden frutos. La última, en especial, pienso que es particularmente difícil de aplicar. Cuesta, pero hay que intentarla una y otra vez. Al respecto, te advierto que nadie lo hace “perfecto”, así que ni siquiera lo intentes, ya que tu “superioridad” será muy rechazada por tu adolescente, que por etapa del desarrollo te cuestionará, intentará diferenciarse de ti y probará tu paciencia y tus límites.

La quinta clave es ésta: promueve la confianza a través del respeto mutuo y no intentes controlarlo todo, ya que ayudará mucho confiar y esperar cosas “buenas” y “positivas” de tu hij@. Esto contribuirá a su autoestima y a sembrar semillas de bondad y nobleza en él o ella. Con esto me refiero a equilibrar tus miedos, tus temores, tus fantasmas. Eso que proviene de tu experiencia previa. Piensa que tu hij@ es y será diferente a ti en muchos aspectos, pues lo que te ocurrió a ti te resta objetividad, volviéndote a veces aprensiva, o sobreprotectora; o bien demasiado permisiva. Dos extremos que debemos evitar. Tus miedos lo exageran todo, por lo que debes ser caut@ para observar y darte pausas que te calmen, permitiéndote mirar sin “ponerle ni sacarle”. Debes ocupar tu intuición y tu experiencia, pero también ser capaz de aprender a pedir ayuda y consultar a tiempo, si es necesario.

Desde aquí te deseo (y me deseo) fuerza y amor para esta adolescencia que estás viviendo o que estás pront@ a vivir. Tienes mucho cariño en ti para dar y cuidar. Úsalo con sabiduría y permítele a tu hij@ vivir, caerse, aprender, levantarse (ofrécele SIEMPRE tu mano), mirar desde sus propios ojos y andar con sus propios pies.

Y como todo en esta vida es un ciclo, todo lo duro o difícil que estés viviendo hoy con tu hij@ adolescente, también pasará algún día.

Le mando un abrazo grande a tu hij@ adolescente.

Y le mando, también, un abrazo compasivo al adolescente que aún se siente en ti. Rescátalo y verás cómo te ayuda a acercarte y a comprender al adolescente que está al frente tuyo.

1 comentario en “5 claves para convivir mejor con un(a) adolescente”

  1. Javiera Villalobos

    Me encantoo! Gracias por compartirlo Carolina. Super claro y lo mejor con cosas concretas para poner en práctica.

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