Madre que estás en el cielo

“Oh melancolía, Señora del tiempo, Beso que retorna Como el mar;
Oh melancolía, Rosa del aliento, Dime quien me puede amar”.
Silvio Rodriguez, Oh Melancolía.

Pienso que es cierto eso de que cada persona importante en nuestra vida emocional tiene un espacio dentro de nuestro corazón. Y cuando muere, no hay duda de que ese espacio no se vuelve a llenar con ningún otro afecto. Con ninguno.

         Hace algunos años, leí la novela: “Madre que estás en los cielos”, del escritor Chileno Pablo Simonetti. Es una novela hermosa, casi una oda a su madre fallecida. En ella habla de cómo era, de sus recuerdos, de su jardín y de todo lo que fue su vida. Cuando la leí me emocionó hasta las lágrimas. Aún no sabía en ese tiempo lo que era perder a una mamá; hoy sí lo sé y esa novela volvió a mi memoria con mucha fuerza.

         Ha sido instintivo, al morir mi madre hace algunas semanas, recordar todo lo que fue y no fue su vida. Al mismo tiempo, he tenido sueños en donde se me vienen momentos familiares de muchos años atrás. He tenido también muy presente a mi abuela materna, es como si todo mi linaje femenino comenzara a plasmarse en mí. Ha habido mucha nostalgia y, como estoy en etapas tempranas de mi duelo por ella, todo tiempo pasado se me muestra como “mejor”. La echo tanto de menos, que en mi corazón el ayer se siente demasiado fuerte. Siento que nada es igual. A ratos me atemoriza ese vacío que nunca había sentido.

         Te comparto en este artículo de blog, algo más personal. Mi sentir puro y abierto en un momento de fragilidad. Quizás tú que me lees también has pasado por la experiencia y todo esto te hará sentido. Y si estás cursando un duelo reciente, espero te abras a la oportunidad real y honesta de vivirlo como se merece. Con pena, con tristeza y sintiendo el dolor. Lo que no significa que no te levantes y que no te esfuerces por alentar a tu energía vital (yo sigo entrenando, y aunque mi energía no es la misma, sin duda me ayuda a sentirme mejor), en donde espero, y te deseo con cariño, la oportunidad de que puedas más que nunca ser comprensiv@ contigo, darte momentos amables y seguros para llorar, si es que así lo sientes. Y si no te nace, también lo aceptes, ya que un duelo puede a veces bloquear las emociones, inicialmente; es una defensa que nos ayuda a sobrevivir. Pero si te brindas espacios de silencio, de caminatas sol@ contig@ y evitas el “hacer y hacer”, tu corazón de a poco se irá descongelando y comenzará a dejarse sentir.

         El dejarse sentir en un duelo, no creas que te hará sentir solo las cosas agradables que viviste con esa persona importante para ti que falleció. También podrán salir rabias, cosas que no dijiste, dolerán las cosas que faltaron o no se vivieron; nuestro corazón humano es en esencia amoroso y muy necesitado de presencia afectiva y de validación. Más de alguna necesidad emocional frente a esa persona fallecida quizás no logró satisfacerse, o más de alguna conversación pendiente te dejará con ganas de más.

         Será difícil –más que nunca entonces– aceptar que nuestro tiempo humano es finito, y que nuestras relaciones también lo son. Ya que daremos una cierta cantidad de besos y de abrazos, ni uno más y ni uno de menos. Y esa finitud ahora dolerá más que nunca, ya que en nuestro quehacer olvidamos la naturalidad de la muerte y de seguro pediremos más tiempo y ya no habrá. Todo eso dolerá mucho en ti.  

         Hace algunos años, haciendo un curso sobre terapia centrada en la compasión, tuve que hacer el ejercicio de desarrollar en mi mente un “ideal compasivo”. Lo central de la experiencia era construir una imagen de algo o alguien que para uno encarnara las cualidades de la compasión. Alguien a quien admiraras, o frente a quien pudieras recurrir en momentos sombríos, sintiendo que podía entregarte sabiduría y mucho amor. En ese momento de respiración profunda, apareció mi mamá nítidamente en mi mente, la vi escuchándome con atención, poniéndome agua bendita sobre mi frente, como tantas veces ocurrió en la realidad, y diciéndome algo que en varias ocasiones me repitió en momentos duros en los cuales recurrí a ella: Déjaselo a Dios, con la paciencia todo se alcanza. La mayoría de mis compañeros no vio a su madre durante ese ejercicio, lo pude comprobar más tarde durante los comentarios. Yo quiero compartir contigo, hoy, que he sido muy afortunada por tener la madre que tuve. Fui bendita por haber sido criada por una madre dulce y compasiva.

         Este último año, mi madre tuvo que poner a prueba esa frase que tantas veces dijo para mí, y sé que se convirtió en una tarea muy difícil de realizar. Ella no se convencía de estar enferma, se cuestionaba; vi en ella mucha rabia por padecer algo que nunca imaginó, ya que hasta cumplidos los 80 años, no recuerdo haber visto antes a mi madre enferma. Siempre sana, siempre jovial, me enorgullecía de tener una madre linda que se conservaba siempre tan bien.

         Quiero contarte que este año aprendí, con dolor, que no éramos una familia inmune a las situaciones graves de salud, como siempre lo pensé ingenuamente desde que era una niña, ya que siempre vi a mis padres vivir una vida demasiado tranquila, prácticamente sin sobresaltos de ningún tipo. Todo dio un vuelco este último año, y pude entonces palpar el drama de no saber inicialmente que tenía, vivir la desesperación e impotencia de varias hospitalizaciones y cirugías de urgencia, una cosa tras otra. Tiempos agitados en Talca, y luego de nuevo en Santiago, esforzándonos como familia por tratar de hacer todo bien.

En algún momento, quizás un poco tarde, me di cuenta de que el hacerlo bien como hija era por sobre todo aceptar, dejar de insistir y comenzar a intentar vivir esto de la manera más amable posible.

Todo lo que te relato es, sin duda, la parte final de la vida de mi madre, pero quiero aprovechar esta instancia para públicamente rendirle un homenaje. Porque durante este año como nunca pude ser testigo de la fortaleza de mi madre para aguantar, resistir una y otra vez, así como para superar las expectativas que señalaban los médicos.

Mi madre solía autodefinirse solo como una “dueña de casa”, pero quiero decirte que me transmitió una fe de espíritu que ha sido mi bastón más fuerte, antes que cualquier estrategia psicológica, y que hasta ahora ninguna terapia por mí realizada ha podido entregarme la contención que mi madre me otorgaba cada vez que me sentí perdida o agobiada con algo. Siempre escuchó con ternura lo que yo sentía; siempre fue la primera para abrirle mi corazón, en donde su abrazo y su agua bendita, créeme, era magia pura para mí. Y mi pena al ver su partida es profunda, porque sé que nadie en este mundo me lo podrá brindar de esa especial y dulce manera.

Mi madre fue sencilla, de placeres simples y nada sofisticados. Entregada a sus hijos, buena para cuidar y criar nietos y ciertamente entregada de lleno a mi padre, quien la cuidó con profundo esmero hasta el final. Quizás él diría que “tenía su carácter”. Yo hubiese querido, la verdad, que lo sacara más y que se hubiera dado en esta vida más tiempo y energía solo para ella, pero mi madre lo eligió así: siempre cediendo por el bien de todos, no le gustaban las peleas ni discutir (esto será una lección de vida para mí y para mis hijas… hacer las cosas desde el esfuerzo y siempre cediendo, sin duda enferma).

Hace unos años, me confidenció que tarde se dio cuenta que le hubiera gustado estudiar (¡qué importante es estar conectadas con nuestro propósito, más allá del ser madres!). Me dijo que de siempre le gustaron los niños y que por ella hubiera tenido más hijos, señalándome que podría haber sido una muy buena educadora de párvulos.

Yo deseo para ella un descanso eterno, un lugar lleno de flores y de plantas como a ella le gustaba, lleno de niños corriendo, como a ella siempre le gustó cuidar (esa es una impronta emocional que ella sembró en mí), y de fondo seguramente se escuchará a Elvis Presley, que tanto siempre le gustó.

Madre mía, abrazo con ternura cada momento vivido contigo y en mi corazón se quedará pegado para siempre el “pescador de hombres”, que tanto te canté de noche, cuando estuviste hospitalizada y me decías que estabas asustada. En esos momentos me miraste y dijiste que yo era como tu ángel. Tengo claro que estoy lejos de ser así. Fue tu amor el que me veía ciertamente bastante mejor de lo que he sido. Porque pienso que seguramente te fallé un poco en tiempo, quizás sabiendo ahora la fragilidad de nuestra vida humana, hubiera optado por más salidas al centro, porque por Dios que eras buena para caminar y vitrinear.

Descanso eterno para el alma de mi madre

Por toda la ternura que les entregó a sus nietos

Por la fidelidad completa con la que vivió el amor hacia mi padre.

Por su agua bendita, sus velas prendidas, sus oraciones y por toda su fe.

Descansa en paz mamá.

8 comentarios en “Madre que estás en el cielo”

  1. Es el más hermoso regalo (tributo) que le puedes dar a tu madre. Me emociona y me hace ver a tu madre muy nitidamente, como era ella

  2. que carta mas linda , es para leerla mas de una ves, yo tengo muy buena relación con madre y tambien fue buena con mi abuela , me llego mucho tu carta
    Gracias

  3. Qué belleza Carolina, gracias por compartir este relato tan hermoso. Es un homenaje precioso. Gracias además por todas tus bellas reflexiones. Un abrazo.

  4. Javiera Villalobos

    Qué pena que ya no esté contigo Carolina. Me emocioné con la carta.
    Se ve que fue una gran persona.
    Me gustaría que mis hijos me vean así y que siempre sientan que estoy ahí, muy cerca, para apoyarlos, aconsejarlos y darles todo el cariño y confianza que necesitan. Me inspira para seguir esforzándome.
    Gracias por compartirlo👏👏

  5. Victoria Azcarategui

    Que hermosas palabras y reflexión, los que ya hemos perdidos una madre, un padre o algún ser tan unido a ti sabemos que el.duelo es.dificil de.llevar y cada uno lo lleva a su manera. Lo más importante es tener el amor vivo y recordar esos bellos momentos que nos entregaron y toda la sabiduría que nos regalaron . Un abrazo inmenso para ti y mil gracias por compartir estas emociones que aunque pasen los años están siempre.vivas

  6. Carolina querida, gracias por compartir tu vivencia tan personal con tu madre. Seguro ella está descansando en paz en un lugar lleno de plantas y luz, cuidándote y queriéndote.
    Un abrazo.

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